miércoles, 3 de agosto de 2011

El riego en vacaciones: O, ya estamos tocando los coj...

Ya ha transcurrido un año, sí. Un año, desde la última vez que me prometí que jamás en la vida me iba de vacaciones en plena producción tomatil.


Y de nuevo, han transcurrido unos dias, sí. Unos dias, desde que he vuelto de vacaciones tras estar disfrutando de las playas del Caribe Mix, y pensando en lo calzonazos que soy porque, una vez más, he cedido. De hecho, he cedido tanto, que los íntimos me llaman Cederico. Y no El Grande, precisamente.

A lo hecho, pecho (de 90 si puede ser, aunque el resto de medidas no acompañen, ni falta que hace), y a dos pongo por testigos que el año que viene a mí no me la dais. Si acaso, me la prestais. Y ya veremos si os la devuelvo.

Eso sí, a perro viejo todo son pulgas. ¿O era aquello de el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? ¿O eso de antes que cocinero fui fraile?

Igual era lo de estoy más quemao que la pipa’un indio...

En fin, el caso es que realmente me llaman Cederico El Precavido.

Así pues, antes de irme a pasarlo realmente mal en el beach resort pensando todo el dia en el huerto balconil, excepto cuando estaba en la piscina, en el chiringuito comiendo calamares y bebiendo birra, echando la siesta, o escojorciándome de la risa leyendo en el periódico que lo de la crisis es cosa de coser y cantar (igual se refiere a la alta costura y a grabar un disco, no me quedó claro), diseñé el plan perfecto.

Me senté yo conmigo mismo, cogí el látigo y, frente al espejo, amenacé a mi neurona como nunca lo hice. Le expuse resueltamente los hechos, fui directamente al grano, y tras extirpármelo sin apenas notar dolor, comprendió perfectamente, y discurrió un plan que ríete tú del rescate financiero de Grecia.

La idea inicial, era simular una suspensión de las vacaciones en la empresa, debido a una super-extra-mega-que-te-defecas acumulación de trabajo.

Evidentemente, uno le tiene amor al huerto, pero tampoco es gilipollas, por lo que fue desechada mirando de reojo, y con el labio torcido, a la susodicha neurona.

Fue cuestión de segundos la concepción de la segunda idea, la que finalmente se llevo a cabo, con gran regocijo del sector intelectual dado a plantar lo que sea.

Es más, ya os adelanto, que mi neurona y yo hemos sidos nominados, conjuntamente en un pack, a los Premios Nobel. Todavia falta el fallo definitivo del comité, pero ya estoy viendo sus caras de sorpresa cuando vaya a recoger el premio y, delante de las cámaras de TV de todo el mundo, les diga: “¡¡¡Gracias, pero no se por qué me dais el premio, si yo ya hace 11 años que dejé de fumar!!!”.

Pero vamos con los detalles del plan, efectuado con tanto detalle, con tanta exactitud, que me miro al espejo, y sólo tengo ganas de darme besitos (aunque cuando me sorprende mi wife, me mira raro).

Etapas del plan:

1 – Poda de todo lo innecesario, marchito, y en mal estado. Ya de paso, las uñas, que están hechas unos zorros.

2 – Aporte, sin pasarse, de una dosis extra de buen fertilizante. Orgánico, mejor: a base de urea (meaos, vamos), humus de lombriz (cagarrutas, para entendernos), etc.

3 – Una capa extra de buen substrato.

4 – Un buen riego, sin pasarse, que empape todo el substrato, y un poquito en el plato, también. Si es agua, mejor.

5 – Para las plantas más delicadas, siempre y cuando no sean las de los pies, una capa de cortezas, piedrecitas, etc. para evitar una evaporación excesiva.

6 – Riego automático mediante depósito y programador, allí donde sea sin posible, y sin recargarlo.

7 – Riego automático mediante cono de arcilla (mi teclado tiene ñ, está bien escrito), para el resto de plantas.

8 – Responder con un sonoro y contundente NO, cuando el familiar de turno te pregunte aquello de “¿Necesitas que te riegue las plantas?”.

9 – Rezar tres “padres nuestros” y siete “ave marias” por la perpetración del punto 8.

Los puntos 6 y 7, es conveniente llevarlos a cabo unos dias antes de nuestra partida, para comprobar que todo funciona como es debido, así como disponer de depósitos o recipientes, con capacidad suficiente para el tiempo que vayamos a estar fuera. Y si los llenamos de agua, mejor.

En mi caso, y como no podia ser de otra manera, la ejecución del plan fue según lo previsto: deprisa, tarde y mal.

Lo que llevó al resultado, también previsto, de que todo funcionase a las mil maravillas, y el huerto haya resistido fenomenalmente bien en el aspecto físico. Porque en el espiritual, se les notaba que echaban en falta a su gurú, a su mentor, a su papi, o sea a mí. Les dí un beso a cada una, y al rato ya estaban canturreando por lo bajini.

Os pongo por ahí unas fotografias, donde se puede ver el aspecto general del huerto el dia de mi vuelta, así como de los sistemas de riego.

Otro dia os cuento, cómo lo hice, para no perder ni uno sólo de los tomates que iban a madurar en plena ausencia de este crack del huerto balconil, servidor de ustedes, para lo que haga falta, siempre y cuando no haya que pagar nada.

Y, como le dijo mi maestro japonés a otro alumno: “Si el Floppy ha podido, ¿cómo no vas a podel tú, tonto’l’haba?”.

Hasta aquí, otra de mis magistrales enseñanzas en el ámbito huerteril.

No olvideis echar una limosna, en la maceta vacia de la izquierda, al salir. Gracias.